Lejos de las multitudes y de los clichés de postal, el 9e arrondissement es donde París muestra su lado más tranquilo y auténtico. A solo unos pasos del Hotel Pulitzer Paris, encontrarás un barrio con mucho carácter: pasajes cubiertos de otra época, librerías independientes, fachadas elegantes y cafés donde el tiempo parece ir más despacio.
Es un día para dejarse llevar: empezar con un croissant recién hecho y terminar entre tejados y luz dorada. Sin prisas, sin lista, solo el placer de descubrir París, calle a calle.
Empieza el día en el Pulitzer Paris
Después de un buen desayuno en el hotel (con croissants crujientes, pan au chocolat, zumo natural o café recién hecho), el paseo empieza saliendo del Hotel Pulitzer, directamente a la Rue du Faubourg Montmartre: una calle con vida de barrio, comercios de toda la vida y ese ritmo parisino que no tiene prisa.
Continúa entre techos de cristal y libros con historia
A unos pasos, se abre el Boulevard Montmartre, una de esas grandes avenidas con aire de Belle Époque. Ahí mismo aparece uno de los tesoros ocultos del barrio: el Passage Jouffroy (📍10-12 Boulevard Montmartre). Un pasaje cubierto del siglo XIX con suelo de mármol, techos de cristal y ese silencio elegante que te hace bajar la voz sin darte cuenta.
Dentro encontrarás algunas joyas como la Librairie Jousseaume, especializada en libros antiguos, encuadernaciones de época y pequeños hallazgos de papel. Además, puedes perderte entre tiendas de grabados, objetos de decoración, caramelos a granel y vitrinas que parecen de museo. Todo bajo una luz preciosa (sobre todo por la mañana) que entra desde el techo de cristal.
Al final del pasaje, basta con girar a la izquierda para entrar en el vecino Passage Verdeau, algo menos conocido, pero igual de encantador. Ahí encontrarás talleres de arte, tiendas de fotografía clásica y encuadernadores que llevan décadas en el mismo sitio. Es uno de esos lugares donde el tiempo no corre: solo pasa.
Descubre el París tranquilo que no sale en las guías
Al salir del Passage Verdeau, lo mejor es cruzar hacia Rue de la Grange Batelière y seguirla hasta llegar a la esquina con Rue Saint-Georges. Esta parte del 9e es más residencial, menos bulliciosa, y perfecta para caminar observando balcones, portales y pequeños detalles de otra época.
Muy pronto se llega a Notre-Dame-de-Lorette (📍18bis Rue de Châteaudun). Esta iglesia, menos conocida que otras de París, es una joya del neoclásico francés. Por fuera no llama la atención, pero dentro sorprende: techos pintados al fresco, columnas esculpidas y una luz natural que entra desde lo alto, dando una sensación de calma inmediata.
Si te gusta la fotografía tranquila (sin multitudes), este lugar es ideal. También es una buena pausa para sentarse un rato fresco antes de continuar. Desde allí, el paseo sigue hacia Rue Richer, una calle discreta donde se esconden algunas de las mejores mesas del barrio.
Come sin buscar: lo bueno está a la vista
Después de visitar Notre-Dame-de-Lorette, puedes continuar por Rue de Châteaudun o subir por alguna de sus calles adyacentes, como Rue des Martyrs o Rue de Provence. Esta zona tiene lo que muchos viajeros buscan y pocos encuentran: panaderías, pequeños obradores y cafés donde se come algo rico sin parecer turista.
¿Un bocadillo con pan recién hecho? ¿Una tarta salada y un café en una mesa pequeña? Ahí lo normal es comer de forma sencilla, con productos locales y sin complicaciones. En la zona también hay algunas épiceries donde puedes comprar fruta cortada, quesos, panes o dulces para improvisar un picnic urbano.
Nuestro consejo: Si ves una cola de gente local frente a una boulangerie, confía. A menudo ahí está el almuerzo que estabas buscando (y que no sale en ninguna guía).
Sigue entre boutiques discretas y tejados con vistas
Después de comer, el cuerpo ya pide algo distinto: caminar, mirar, inspirarse. Y por suerte, lo mejor está por llegar. Es buen momento para recorrer algunas de las calles más elegantes del barrio, donde conviven grandes almacenes históricos y boutiques discretas.
El paseo por Rue du Faubourg Montmartre hacia la Avenue Haussmann revela ese París que mezcla lo clásico con lo contemporáneo, lo funcional con lo bello.
Si te apetece ver las grandes fachadas de los Grands Magasins o hacer un poco de shopping, puedes entrar en Galeries Lafayette (📍40 Boulevard Haussmann).
Pero el verdadero tesoro está arriba: el rooftop. Sube hasta la terraza y regálate unos minutos de pausa. Desde allí, la vista sobre los tejados del 9e arrondissement es de postal: el Sacré-Cœur al fondo, el bullicio abajo y, entre todo eso, la ciudad en equilibrio. Ideal para fotos… o simplemente para respirar.
De camino, puedes pasar por algunas direcciones que te encantarán:
• Maison Fabre (📍128 Galerie de Valois): Guantes de piel hechos a mano, elegancia atemporal.
• Officine Universelle Buly (📍6 Rue Bonaparte o punto de venta en Galeries): Perfumería y cosmética con frascos que parecen joyas.
Prueba un dulce escondido y pasea sin prisa
Tras las vistas y las tiendas, el paseo continúa bajando por calles tranquilas del 9e. Si te dejas llevar por Rue de Trévise, llegarás a una pequeña joya del barrio: la Pâtisserie Rayonnance (📍37 Rue de Trévise). No tiene escaparates espectaculares ni colas en la puerta, pero sus helados artesanos y pasteles caseros conquistan desde el primer bocado. Es el tipo de sitio al que vuelves.
Mientras disfrutas de un buen dulce, puedes seguir caminando hacia Rue Saint-Georges, una calle elegante y silenciosa que conecta con el pequeño triángulo de teatros que da vida cultural al barrio. Aunque no vayas a ver ninguna función, vale la pena pasear por delante del Théâtre La Bruyère, el Théâtre Saint-Georges, o el Théâtre de l’Œuvre, donde la historia y el presente se cruzan cada noche.
Este momento del día es perfecto para bajar el ritmo. Las luces empiezan a encenderse y el barrio se vuelve más íntimo.
Déjate llevar por la noche en Le Patio
Y justo cuando empieza a caer la noche, apetece volver al hotel. Tras recorrer el barrio con calma, regresar al Hotel Pulitzer no significa terminar el día. Al contrario: en cuanto atraviesas el lobby y entras en Le Patio, parece que todo se acomoda. Las luces bajan, el ritmo también, y el jardín se convierte en ese lugar donde apetece quedarse un rato más.
Algunos huéspedes se relajan con una copa de vino, otros alargan la velada con una cena ligera entre plantas y conversación pausada. La propuesta Cheese & Wine, con quesos franceses seleccionados y vinos naturales, es ideal para compartir; pero también puedes cenar algo más si el paseo ha abierto el apetito.